Mi homenaje a Uyuni por Felipe Ramirez
Autor: Felipe Ramirez Ríos
El dramático cambio que experimenta nuestra querida tierra Uyuni, luego de que, por el empuje del turismo, se produjeron cambios significativos en los “usos y costumbres” de sus habitantes me impulso a escribir un poquito de mi historia para no dejar en el olvido las tradiciones con las que festejábamos el aniversario de la Hija Predilecta de Bolivia, con las que de seguro se identificarán muchos de mis coterráneos.
El plácido descanso de mi sueño se arrebata con las descargas de fusilería que escucho en la esquina de mi vivienda, inmediatamente la banda del glorioso Regimiento Loa comienza a entonar dianas de saludo a Uyuni acompañadas de cuecas huayños y bailecitos característicos del folklore uyunense, comienza con la cueca Chelita y culmina con Pueblo Heroico, con los ojos todavía entrecerrados me levanto presuroso, pues tengo que disputarme el baño con mis hermanos, luego desayuno y visto mi uniforme para ese día, un guardapolvo blanco bien planchado, el pantalón obscuro, los zapatos lustrados y el cabello mojado y bien peinado.
Inmediatamente parto a mi escuelita Ferroviaria Uyuni que está a una buena distancia de mi vivienda, sin importarme la escarcha que se acumuló en mi cabello, la idea es estar puntual, como me enseñó mi padre, ya en la escuela el ajetreo es grande, los maestros organizando a los alumnos de su curso, el portero y el director terminando de arreglar el estandarte, en fin todos con el deseo de brindar de la mejor manera nuestro homenaje a Uyuni.
Cuando ya todo está en orden, partimos a la concentración en la avenida Potosí justo al frente del Teatro Municipal donde se erigió el Altar Patrio ahí nos espera la policía militar que nos indica el lugar asignado para nuestra escuela.
A las 9 de la mañana comienza el acto de homenaje con la entonación del himno Nacional de Bolivia, el Salve Oh Patria y el himno a Uyuni culminando con palabras de nuestras autoridades. Al ritmo del izquier, dos, tres, cuatro del profesor de educación física nos desconcentramos y desfilamos pasando por el Altar Patrio acompañados por la banda del regimiento Loa para culminar el desfile en la calle Sucre.
Por la tarde y luego del almuerzo la elección se hace dura, ya que debo optar entre ir a la matinée del cine Ferroviario o a tratar de ganarme un premio en los festejos que organizan los dueños de las casetas del mercado Antofagasta, donde se eligen a los mejores “tragones”, “llorones” o simplemente a los que cantan y bailan mejor, de un grupo numeroso de niños que participan para la risa y festejo de las personas mayores. Al llegar la noche se escuchan canticos provenientes de los que todavía festejan nuestro aniversario en las carpas que se armaban en toda la avenida ferroviaria.
Yo me acuesto feliz grito ¡VIVA UYUNI ¡!! y sueño con el progreso de mi querida tierra.
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