El proletariado uyunense que conocí
Autor: Rómulo Elío Calvo Orozco
El artículo publicado por la Sra. Lupe Cajías, titulado Adiós proletario ilustrado, en el que manifiesta que actualmente basta escuchar a un dirigente para comprender su poca lectura, su escaso conocimiento, su sumisión, me ha recordado la conducta de los trabajadores ferroviarios de Uyuni.
Llegue a Uyuni el año 1947, debido a la prematura muerte de mi papá. Abandoné mis estudios universitarios para trabajar y sostener a mi familia, mi mamá y mi hermanito de 4 años. Me encontré en una ciudad cuyos pobladores demostraban hospitalidad, sentimiento de amistad y sinceridad. Su educación era carta de presentación porque saludaban a propios y extraños. Recibí muestras de cordialidad y buenos ejemplos que me ayudaron a formar mi personalidad.
La vivencia de los trabajadores ferroviarios estaba enmarcada en la disciplina, cumplimiento y respeto mutuo, la hora inglesa al minuto tenía plena vigencia en todas las actividades.
La confraternidad era una de sus costumbres. En los hogares a los que me invitaban observaba que tenían uno o más estantes con libros, lo que demostraba la inquietud intelectual de los dueños de casa y sus familiares. A este logro contribuyó el Sr. Agustin Miguez con su librería que ofrecía libros de la editorial Claridad (temas sociales, culturales y políticos) editoriales Tor y Sopena (obras famosas) y la editorial Hobby (temas manuales).
El Sindicato Ferroviario de Uyuni tenía su biblioteca bien dotada, una excelente enciclopedia en esos tiempos era El Tesoro de la Juventud, que don Bernardino Heredia encargado de la biblioteca me permitía llevar a mi domicilio para leerla con más comodidad.
Fotografía del libro de Uyuni, más allá del tiempo
Algunos trabajadores ferroviarios y otras personas particulares se dedicaban al teatro agrupados en el Centro Cultural Obrero Quijarro, con obras de Belisario Roldan, cuyos temas se acomodaban más al medio.
Los trabajadores ferroviarios de la Maestranza y otras reparticiones, que eran más de 1200 y a los que cariñosamente los denominaban tisnados o koskosos porque sus overoles estaban impregnados de aceite, cuando salían de su trabajo se aseaban y luego vestían de terno, incluida corbata para concurrir a sus locales para recrearse practicando billar, ping pong, ajedrez, culminando con el infaltable cacho que en Uyuni se llamaba Tachin, una por una consecuencias todas.
Existía mucha actividad social, se festejaban aniversarios de los clubes con grandes fiestas, amenizadas por orquestas contratadas en La Paz. La Alcaldía Municipal celebraba los aniversarios local y patrio con fiestas de gala. Los invitados asistían con traje formal y las esposas con traje largo. Como consecuencia de su condición de autodidactas eran cultos y educados. Las maestras normalistas que llegaban a Uyuni, para hacer su año de provincia, contraían matrimonios con ferroviarios que eran siempre buenos partidos.
Aprendí mucho de las instituciones a las que me incorporaban, especialmente la puntualidad, respeto mutuo y disciplina que cumplían de acuerdo a Estatutos y Reglamento Interno, preparados bajo la orientación inglesa. Esa educación me sirvió mucho en mis actividades cuando salí de Uyuni, porque en todas las localidades a las que llegué apreciaban las cualidades que adquirí en la Hija Predilecta de Bolivia.
Eran otros tiempos cuando los proletarios leían para instruirse, culturizarse y educarse.
Fue un uyunense de corazón, parte de nuestro equipo de redacción, quien aportó con artículos históricos, recopiló datos importantes del pasado de la ciudad de Uyuni, que se hubieran perdido con el tiempo. ¡Gracias don Rómulo!. Falleció el 2 julio de 2023.