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Nacer en Uyuni

Nacer en Uyuni

Litzi Gabriel García Zenteno – Periódico Opinión

Es una promesa de eternidad. Bajo esa promesa, mi padre no quiso que naciera en otro lugar. Él sigue estando convencido de que ahí nacen buenas gentes, de honestidad eterna. Me dijo una vez, cuando le reclamé el no haber nacido en Cochabamba, que el uyunense puede ser igual de ambicioso que el cochabambino, la diferencia está en que el uyunense sabe que el sacrificio es el único camino hacia lo que ambiciona con vehemencia. Mi padre podría escribir mejor sobre la importancia de nacer en Uyuni, pero por cosas del destino he tenido que ser yo, la hija de un uyunense que anhela la eternidad, la que escribe sobre lo que significa el ser dada a luz en Uyuni. ¿Por qué? No lo sé, pero intuyo que es mi destino escribir sobre ello.

¿Uyuni? ¿A quién pues lo hacen nacer ahí? A mí, a mí me dieron a luz ahí; lejos de la amabilidad cálida de los valles. Nací donde se encuentran todos los vientos, donde parece estar todo el frío de Bolivia. Capaz que el frío ha nacido en Uyuni… Desde entonces, desde que nací en Uyuni, el frío me llama siempre y yo me dejo llevar. Ese frío es verdadero frío, cala bien adentro (“en ahí siempre”) y te hace sentir inmortal. Allá el frío te hace reaccionar, te despierta, te hace dar ganas, te consuela; por eso debe ser que siempre me amartelo por él. Ojalá ese frío no lo sintiera nadie más; pero yo sé que el frío de Uyuni es de todos y de nadie. Yo, a quien dieron a luz ahí, sé que ese frío no es mío nomás. 

El frío de los valles no me gusta, parece envidioso. El frío de mi Uyuni no tiene nada que envidiar, al contrario, tiene sal y luz para el mundo. En ese espejo ustorio que es el salar, se crían las entrañas uyunenses. No por nada se dice que Uyuni es tierra de amistad; tierra entrañable de gente entrañable. Debe ser por eso que cuando una uyunense es amiga o enemiga, lo es con las entrañas. 

¿Será porque el cariño en esos lares brota de la sal de la tierra? El Maestro Juan Araos, un “antofagastino de Uyuni”, contó alguna vez que para su mamá “la sal del Salar de Uyuni se renueva como las mareas, que el Salar es algo interminable y bello como el mar a nuestros pies…”.  Por eso, el Maestro, al referirse al mar de Antofagasta y al Salar, hablaba de un lugar sin fronteras: del mar de amar. Por eso, y por mucho más… ¡Feliz día, mi Uyuni! 

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